Además de los buenos aromas que pueda producir la cocina en operación, en los restaurantes se producen muchas moléculas que pueden provocar malos olores, así como humos y humedad; una mezcla que, si no se controla, da la bienvenida a todos al local y se impone durante su estancia. De modo que para lograr un ambiente agradable y que el aroma que llegue al comensal sea el de su platillo recién preparado, los restaurantes incorporan purificadores de aire desde hace tiempo.

Pero más allá de cuidar la experiencia –olfativa- del cliente, la actual pandemia nos ha recordado que la calidad del aire debe cuidarse por razones más vitales: la contaminación ambiental acecha. Virus, gérmenes, bacterias, hongos, esporas, ácaros e incluso gases tóxicos… puede haber muchos riesgos en el aire. Especialmente en sitios cerrados, donde éste no circula.

Desde antes de las preocupaciones actuales, se sabe que no es extraño que en algunos edificios, especialmente nuevos, y particularmente sin ventilación natural, se presenten con frecuencia dolores de cabeza, mareos, irritación en los ojos, en la garganta, en la piel, etc., por lo que incluso se le conoce como “síndrome del edificio enfermo”, capaz de agravar otras enfermedades.

Y actualmente, con la crisis desatada por el Covid-19 (que se contagia por partículas exhaladas al hablar o toser, que pueden permanecer suspendidas 2 o 3 horas en el aire), los negocios de esta, una de las industrias más golpeadas por la pandemia, necesitan, como ya hemos comentado, otorgar confianza a los consumidores para recuperar terreno. 

Sobre todo, con la expectativa internacional de frecuentes rebrotes de contagios y de la aparición de nuevos virus, las mejores sanitarias seguirán siendo importantes a futuro, tanto para garantizar la seguridad de quienes acuden al establecimiento -ya sea para comer ahí, o para recoger pedidos-, como para proteger al personal del restaurante durante la operación, porque la mala calidad del aire, además de aumentar la propagación de virus, puede causar muchas enfermedades contagiosas y problemas respiratorios, en especial para grupos sensibles, como las personas que sufren asma.

Además, las medidas de separación y sana distancia, ayudan a evitar contagios, pero no eliminan los virus que flotan libremente en el aire, y las nubes de aerosol se expanden las de humo, solo que son invisibles.

De modo que, sí, ocuparse de limpiar el aire ya no es una opción, sino una necesidad para los negocios restauranteros. 

Y afortunadamente, la tecnología y el mercado actual han avanzado varios pasos más allá de los extractores de aire, con purificadores de aire dotados con sistemas inteligentes de detección de contaminantes, con filtros avanzados, con lámparas germicidas; los hay con tecnología activa que desinfecta el aire y las superficies en todos los rincones; algunos con capacidad de filtración para locales grandes con mucha afluencia de gente, capaces de eliminar hasta el 99% de los virus y bacterias, e incluso con diseños elegantes.

Los modelos actuales pueden instalarse fácilmente en la red de conductos, o incluso, ser portátiles. Los hay ya capaces de prescindir de productos químicos, utilizando H2O ambiental. Existen inclusive generadores de ozono, recomendados para uso en salas no ocupadas, en horario de cierre.

Y también existen purificadores de aire de alta frecuencia, que reducen el tiempo de permanencia y la intensidad de las nubes de aerosol y de partículas en suspensión en habitaciones cerradas; así como filtros especiales con función de autoregeneración térmica, capaces de generar aire puro gracias a un sistema sincrónico de filtrado previo y final con un filtro que se calienta cíclicamente, lo que inactiva todos los virus retenidos en él. 

Las opciones hoy por hoy son muy avanzadas, y eso es justo lo que se requiere.

No necesariamente es una inversión muy grande, pero sí una muy relevante. Y como siempre, cuando hayas mejorado algo para ellos -tan importante como el aire, en este caso-, ¡cuéntaselo a tu público!